Aun recuerdo la primera vez que vi la famosa película en dibujos animados «La Bella y la Bestia» de Walt Disney. Andaría el año 1994 o 1995, unos tres o cuatro años después de su estreno.
Un (entonces) pequeño personajillo, recién llegado a la familia hacia relativamente poco tiempo, nos pedía ver esa película una y otra vez en el (entonces) impresionante dispositivo de visionado de películas: el video VHS!!. Aunque muchos no lo crean hoy, aquel dispositivo, que costaba un dineral, nos permitió por primera vez volver a ver las películas que queríamos, cuando queríamos, sin depender de la programación de los canales televisivos.
En fin, volviendo al tema en cuestión, aquel personajillo, nos pedía insistentemente ver una y otra vez aquella película de dibujos animados, que luego resulto ser una historia no solo para niños, sino también para mayores, como demostró su éxito en todo el mundo. Y así fue como pude ver «La Bella y la Bestia», en una de las mejores versiones que, en mi opinión, se han realizado nunca de esta antigua historia.
Se trata de un cuento de hadas tradicional del que hay múltiples variantes. Se afirma que su origen podría ser una historia de Apuleyo, incluida en su libro «El Asno de Oro» (también conocido como Las metamorfosis), titulada «Cupido y Psique».
La primera versión publicada fue obra de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, aunque otras fuentes atribuyen a Gianfrancesco Straparola la recreación de la historia original, en 1550. La versión escrita más conocida fue una revisión muy abreviada de la obra original de Villeneuve, publicada en 1756 por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, y es la que goza de mayor fama, siendo ésta la base de casi todas las versiones o adaptaciones posteriores.
Como todos conocemos la historia, no voy a recrearla aquí. Sin embargo, desde aquel día, y con el paso de los años, he logrado entender, creo, algo de la sabiduría que se esconde detrás de este cuento de hadas, como detrás de casi todos ellos.
Y es que este cuento, nos habla de verdades que todos experimentamos. La primera a la que me quiero referir, es a la relación hombre-mujer.
Tradicionalmente se acusa a los hombres de ser mas «brutos» que las mujeres, mas orientados hacia la fuerza física, menos sensibles, etc… Y no se puede negar la parte de verdad que hay en ello. Y al igual que en el cuento, en efecto, hay hombres mas parecidos a Gaston, que son «guapos» por fuera, pero bestias por dentro. Pero en la mayoría de los casos, los hombres, cuando llegamos a la adolescencia, no nos sentimos «guapos». Todo lo contrario. La mayoría de nosotros nos sentimos «encorsetados» en un cuerpo que se hace mas y mas fuerte y denso, que se masculiniza por minutos, con todo lo que esto conlleva, mientras aun recordamos nuestra cercana etapa de niñez, que, en nuestra alma, no hemos dejado atrás.
Así, todos notamos como nos vamos transformando en «Bestia» sin quererlo, sin desearlo, pero de un modo imparable. Y por ello, nos vamos volviendo «gruñones», «bruscos», y poco a poco dejamos de intentar salvaguardar la sensibilidad inocente e infantil que aun quedaba en nosotros. Pero aun en el momento de mayor oscuridad, en el momento en que parece que la bestia predominará para siempre, buscamos desesperadamente, desde dentro de la bestia, a «Bella», esa chica, esa mujer, que, en lugar de juzgarnos por nuestra apariencia, va a saber mirar «en nuestro interior», y reconocer al niño, al príncipe sensible que todo hombre lleva dentro, por más que la bestia en él quiera negarlo.
Sin embargo, una y otra vez, nos encontramos con chicas adolescentes que se fijan mas en Gaston, lo cual nos molesta y nos enfada una y otra vez, volviéndonos mas y mas gruñones, y transformándonos, con ello, mas y mas, en «Bestia».
En el caso de las chicas, también se expresa el lado de la «Bestia», aunque no de forma tan visible. Se puede ver, por ejemplo, cuando pierden su habilidad de ver el corazón, y se contentan con la simple apariencia. Esas mujeres, han perdido su esencia inocente, capaz de resucitar el alma de «bestia», que esta guardada, con apariencia de rosa, bajo una campana. Son las que persiguen a Gaston, pensando que en él van a encontrar al príncipe. Mas pronto que tarde, se darán cuenta de su error, pero pensarán que se trata de un caso particular, de un error puntual, precisamente porque han perdido su capacidad intuitiva, y vuelven a buscar a otro Gaston. Les costara tiempo y dolor, entender que el príncipe nunca esta en el lado de los Gastones, en el lado de la apariencia.
Así, ellos, durante largo tiempo, van buscando a esa «bella» que sepa ver en su corazón mas allá de la apariencia; así, durante largo tiempo, ellas van buscando a esa «bestia» dispuesta a amarlas y protegerlas con su vida, y que jamás les hará daño alguno, pues son las únicas que pueden ver su corazón. Y una y otra vez, la decepción y el fracaso los visitan. Ella no ha sabido evitar los juicios, ni ver el corazón de «Bestia», no ha tenido paciencia ni ganas de hacerlo; «Bestia» no ha cuidado de «Bella» como prometió, y se ha ido de juerga con Gaston y los otros amigachos, o ha hecho cosas peores, y ha terminado dañando a «Bella», unas veces sin proponérselo, y otras sabiéndolo, pero con el mismo resultado…
Con el pasar del tiempo, uno comprende el enigma. Todos llevamos en el interior una «Bella» y una «Bestia», y en cada ser humano se expresa de distinto modo. Todos llevamos en nosotros una cualidad capaz de luchar, de proteger, de sacrificarse, hasta la muerte si es necesario, y asimismo, también llevamos una capacidad para escuchar, para comprender, para perdonar, y para conectar con el corazón de otro ser humano. Cuando unimos ambos aspectos en nuestro interior, «Bestia» se transforma en un bello príncipe, y «Bella» pasa de ser la hija del molinero, a ser reina. Así aparece el amor en el alma humana, cuando juntos, Rey y Reina, Espíritu y Psique, reinan para siempre felices en el interior de cada ser humano; Unidos ya para siempre, Espiritu y Psique, encontramos sentido a nuestras vidas, no demandando amor de los demás, sino dando ese amor, escuchando, protegiendo y cuidando a aquellos y aquellas que nos encontramos a lo largo de nuestra vida, y que todavía, por inexperiencia, o por dificultad, no han podido unir a su bella y a su bestia.
Hoy todavía, a pesar de que han pasado los años, me sigo emocionando cuando escucho la canción que puso la banda sonora a aquella película, y que han recuperado para la nueva version de 2017. Esta historia me ha enseñado como amarme a mi mismo, como desarrollar ambos lados de mi ser, y con ello, reinar cada vez mejor, en el reino de la escucha, del respeto y del amor por otros seres humanos. Y es que, No hay mayor verdad, la belleza está, en el interior.
Gracias, Eva (mi pequeño personajillo), por hacerme ver aquella maravillosa película.